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FLORENCIA Y LA NUEVA LENGUA



El primer problema era escribir, porque hay carreras tan rápidas que no te dejan respirar, y entonces, cuando luego llega el tiempo de pensar, no encuentras ninguna palabra flotando. Florencia fue una carrera desde Sta. María Novella hasta Campo di Marte, durmiendo una siesta inquieta en cada puente del Arno, y luego de correr tanto, uno debe sentarse a esperar el arribo de las ideas, de los recuerdos como si fuesen cuerdas de guitarra y de algunos besos como cucharadas de azúcar en el café; y mientras espero, te escribo, Ophèlie.


El segundo problema era la lengua. No puedo hablarte con esa práctica frialdad chillona del inglés, con ese idioma de los gringos que llegaban sudando al hostel, siempre con la palabra amazing estampada en la boca. Tampoco con el inglés de los que venían del Reino Unido, a quienes la formalidad les robó toda sorpresa. Es cierto que nosotros hablábamos en inglés, pero tú sabes que era una necesidad incolora y que todo el mar estaba escrito en italiano. Solo había algo de piel cuando, sin notarlo, se escurría tu delicado francés parisino. Entonces no había atisbo semántico y yo solo me limitaba a tocar tus pies.


A veces te encontraba planchando sobre la cama, sacudida por el calor; así como las mujeres pobres de las novelas de Zola, esas de Poissonier que apenas se ganaban el jornal diario, o quizás venías entrando a la cocina para lavar la loza de ayer o simplemente salías del baño en completa indiferencia. Pero nada podía contra la elegancia de mapetiteFrance.


Realmente no era inglés eso que hablábamos, Ophèlie, era más bien todo el trazo de tu pie desnudo buscando mi carne bajo el escritorio, eran tus dedos surcando mi barba porfiada y tu lengua tibia oscilando sin presura.


Ese fue el idioma que aprendimos en Florencia, Chascona mía, no es que lo hayamos inventado nosotros, es que la ciudad renacía cada mañana y nos preparaba una lengua ajena a esa relación incestuosa de los mecenas con el arte, y nos entregaba una gramática sencilla sin los recovecos infernales de Dante. Aquella cálida lengua aún nueva será por siempre el esqueleto de algún puente sobre el Arno.

Bologna, 7 de septiembre de 2016



Escrito por:

Alberto-Véliz


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