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CUANDO PENSAR DUELE


¿Alguna vez alguien se ha preguntado por qué es tan fácil actuar primero y pedir perdón después? ¿Por qué es más sencillo pensar en retrospectiva, que en el momento en que la acción nefasta acude a nuestros pensamientos antes de realizarla? Como seres humanos, pensantes y conscientes, me sigue pareciendo extraño que tengamos una naturaleza tan primitiva y sofisticada a la vez, y he ahí el dilema: pensar es terrible, oír esa voz de la conciencia que murmura, nos habla bajito antes de dormirnos y que a media noche nos grita hasta despertarnos, nos provoca y recuerda la angustiosa sensación de haber cometido un error: ¿qué hay dentro de nuestra mente que nos hace tan refinadamente armoniosos y tan desperfectos al mismo tiempo?

No es un misterio que el alma, más bien, la dualidad del alma, esté orientada siempre a buscar a su otra mitad, esté donde esté, pero una vez que la encontramos y por causa del tiempo sentimos dormida la pasión; ¿es necesario arriesgarlo todo? ¿El trayecto recorrido, los años de búsqueda o de espera, por el deseo carnal e irrefrenable de sentir la adrenalina que nuestro cerebro es incapaz de producir, como en un principio, producto de una serie de explicaciones científicas? ¿Qué es el amor para los humanos? ¿Qué vienen a ser la moral, el respeto y el sentido de la empatía? ¿Es que al momento de experimentar cualquier necesidad básica nos olvidamos por completo de todo lo que nos ha sido inculcado e incluso desde los cimientos de nuestra educación más básica? Si me agreden, agredo, si me atacan, ataco. Si estoy en una situación de vida o muerte, soy capaz de asesinar a quien esté a mi lado por salvarme a mí mismo. Quizás, la explicación es simple: somos mitad razón y mitad instinto, y lo quieran o no reconocer aún los científicos o filósofos, no somos lo suficientemente fuertes para dominar aquellos primitivos instintos de supervivencia y sacamos nuestro lado animalesco en determinadas ocasiones. ¿Dónde queda entonces nuestra estabilidad emocional en un mundo que nos exige ciertos parámetros, pero que la mayoría de las veces está por sobre nuestra capacidad? ¿Qué es eso de no transgredir los diez mandamientos de una biblia que supuestamente es ley universal? ¿Es que existe alguien que nunca haya pasado uno por alto? ¿Qué es eso de la monogamia, del matrimonio para toda la vida, si el proceso químico del enamoramiento dura apenas tres años, y el amor es una planta tan extraña y delicada que nadie inserto en este mundo moderno tiene la paciencia ni el tiempo de cuidar?

¿A quién se le ocurrió que la justicia debe quedar en manos de la justicia y no del perjudicado? ¿Qué tipo de sociedad es esta? A veces pienso que en la era de los cavernarios vivir era más sencillo, se vivía menos tiempo, es cierto, pero dudo que en la cabeza de aquellos hombres primitivos hubiese espacio para pensar en si algo estaba bien o mal, o que experimentaran tantas crisis existenciales y enfermedades mentales severas, provocadas por un colapso nervioso, o cualquiera de los males como los que hoy en día nos afectan. Y, ¿Quién puede afirmar que no tenían capacidad para ver la belleza del día a día, de una puesta de sol, de una noche de pasión única, de un amanecer entre los brazos de la naturaleza? ¿Alguien puede dar fe de que en sus corazones simples no haya sido capaz de concebirse un poema, a falta de palabras, construido con imágenes?

Solo me queda pensar que la vida nos la hemos ido complicando con el tiempo, que a mayor conocimiento, más responsabilidad, que la tan buscada justicia no existe y que los valores no son más que un cuento que se nos enseña de niños para que de adultos no nos veamos convertidos en criminales en potencia, producto de la infelicidad provocada por vivir en un mundo que ha llegado al apogeo del individualismo.

Es viernes por la tarde, mi mujer está cansada y no quiere acompañarme a ir por un trago. De nuevo tendré que irme solo al bar, saciar mi sed con una cerveza y mi falta de afecto con una desconocida. De todas formas, mañana el cansado seré yo, y mi esposa se irá de día de campo con sus amigas; que en realidad nos son varias, es una; y que tampoco es una, es él…

En fin, todos somos medianamente felices, racionalmente correctos; desconformes por instinto.

Escrito por:

Claudia-Bovary

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