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PORQUE TODOS QUIEREN SER MÍSTER SPOCK


Cada vez que converso con un ser del planeta Machos, escucho cosas como que “el sexo es solo sexo y no involucra sentimientos en él”. Suena tan simple, que hasta me causa envidia. Yo me pregunto cómo le hacen, y si a las minas nos cagaron con un cromosoma exótico, invisible al lente microscópico, una cadena de ADN rizomática barroca enraizada en el amor, o qué.

Lo que me parece, es que Mr. Spock es el santo patrono del mundo masculino y todos quieren ser como él. Deben encontrar que hasta sus orejas tienen un toque sexy, yo creo que hasta cuando se compran un auto, alucinan con que es una especie de Enterprise encubierta. Es que Mr. Spock ni transpira ante guerras estelares; es frío, lógico y ni se despeina el look playmobil. Entonces, cuando las minas entran en estados catalépticos de amor, seguidos por la histeria demencial llena de demandas, ellos se ponen en estado “Spock” y no entienden ni jota, porque ellos hablan vulcano, respiran en vulcano y, a diferencia de las féminas, obviamente no caen en delirums tremens.

Claro que Mr. Spock no era pedigree vulcano puro; su madre era humana. Tenía un lado que le generaba conflicto, el lado “débil” por decirlo así, ese que los hombres se viven la vida entrenando para controlarlo, ese reducto que se despliega como un bendito paraíso para la ensoñación femenina; un lugar pequeño y resguardado, codificado ancestralmente como “el premio mayor” para ser colonizado después de franquear una odisea aún mayor que la de Homero, esa parte blandita a la que todas quieren hincarle el diente y evidentemente, no todas logran.

Ellos conocen palabras mágicas, verdaderas armas verbales disuasivas como: “lo nuestro no es una relación”, “puedo salir con otras porque soy soltero”, “esto no es amor, es sexo” y otras del mismo calibre, y a esto le llaman “sinceridad”, “leer la cartilla”. Suena lógico, suena vulcano, pero no ha nacido mujer alguna en el planeta aquel y tampoco hay ninguna que posea el escudo protector del capitán América en contra de estos misiles de frialdad.

Las minas, siempre creen o quieren esa parte humana de los Mr. Spock, o sea, del 100% ponen sus ojos en ese 20% esquivo, convirtiendo sus historias en ciencia ficción pura. Todas alguna vez, en una leyenda urbana, vieron o fueron enteradas de que acceder a esa parte sí es posible, y de que lo que puede llegar a germinar en ese 20% de terreno virgen inexplorado, puede alcanzar tal pureza y belleza, que hace que valga la pena el salto al hiperespacio tras ello.

La cruda realidad es que ellos, si tienen más de treinta y cinco años, aman ser Mr. Spock porque los otros, que no lo fueron, los miran como perrito hambriento a la carnicería: les envidian la soltería, el tener un staff de minas que tirarse, el no tener que pagar colegios y demases que son los coletazos del amor. Ellos pueden viajar, carretear; nada les quita el sueño. Cuando terremotea, se salvan solos, no tienen que salvar nunca a nadie, el corazón no les late molesto ni tienen que ejercitar el difícil arte de la comunicación, y así…

La verdad, yo también quisiera ser Mr. Spock. Tal vez lo sería si no sintiera el bosque latente en ese 20%, el aroma de todas las primaveras despertándose, despeinándome en la mañana, el aleteo de los pájaros en las copas mecidas por el viento, el coro de vida abriéndose como magia… Algo completamente poco lógico si hay que atravesar un infierno lleno de bolas de fuego, todo porque la naturaleza me negó mi lado vulcano.

Escrito por:

Carla-León-Tapia

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