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SOÑANDO


De un tiempo a esta parte, mi cerebro se abre en dos, no entiendo mucho de hemisferios ni corteza, pero sé que percibo más que antes, mi visión se amplía y veo más allá.

Son miles de imágenes en colores, sueños vívidos con los ojos abiertos, no sé si llamarlos surreales, fantasías oníricas o locuras; son experiencias nuevas, me agradan, no es lo mismo que veo cada día. Es algo increíble, egoísta, no quiero compartir estas visiones por temor a que se deshagan y desaparezcan: veo una bicicleta bajo el agua, lleva a alguien, es un lago de color violeta y transparente, los techos de las casas son jardines, hay pasto largo. Un perro allá arriba corre y juega con una pelota, esta nunca cae, hay llaves y mangueras que riegan hacia el cielo, el agua iluminada por el sol se ve de siete colores, ¡son muchos arcos iris a la vez! Veo un inmenso árbol cargado de frutas, variadas y exóticas: son piñas olorosas, manzanas rosadas y naranjas de olor, y otras que jamás he probado, basta remecer las ramas para que caigan en lluvia, ¡es increíble! se pueden tomar y nadie impide cogerlas. Por las calles transitan muñecas antiguas de sombrero, con sus coches de juguete en los que pasean a sus bebés.

¡Unas preciosuras! Por los costados, flores transparentes de distintos diseños, son de fino cristal y exhalan exquisitos aromas. Camino un poco en esta ciudad bella y tranquila, y veo venir por el medio un río suave como en bajada. ¡Qué veo! Es un chinito vestido a la usanza, con kimono y gorrito atravesado, en una embarcación que se desliza sola; al pasar me saluda, achica sus ojos hasta hacerlos desaparecer, junta sus manos en actitud de oración y se inclina. ¡Es tan gracioso, pero tan gracioso! Me emociona hasta las lágrimas. Me invita a subir a su barquita, pero tengo tanto que mirar, que lo dejo pasar. Me dice adiós con su mano. Frente a mí hay un banco de piedra rosada, encima un tubo de color que parece una corneta de juguete y por un costado tiene vidrio de aumento, lo acerco a mis ojos y ¡Oh!, ¡visión del paraíso! Veo miles de figuras de colores rutilantes, que se forman y al moverlas se deshacen, y cada vez es diferente, ¡es increíble, nunca vi algo igual! Cuando niña tuve un caleidoscopio, pero esto es lo máximo; no lo volveré a su lugar, me lo robaré. Pierdo la noción del tiempo en esta ciudad; ¡esto es realismo mágico!, como escribió alguien por ahí. No sé qué haré aquí para subsistir, pero no quiero volver a mi otra vida. Nadie me llevará de este lugar... Me siento tan relajada que voy a entrar en la paz deliciosa del sueño...

Nota: Encontraron sentada en la plaza a una señora ya conocida en el barrio, se había quedado dormida tan profundamente que quienes la hallaron pensaron lo peor. De inmediato la llevaron al médico, el neurólogo la examinó y sentenció: no tiene absolutamente nada, su cabeza está en orden, solamente una gran imaginación que la hace soñar despierta.

Escrito por:

Helena-Herrera-Riquelme

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