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DÍA DE LLUVIA


No sabe en qué momento se quedó dormido, pero despierta de repente. Escucha un repiqueteo sordo en la ventana. Quiere levantarse para ver qué es, pero el cuerpo aún le pesa.


Cierra los ojos unos minutos más. Recuerda vagamente ese informe que debe terminar, ¿de cuántas páginas le dijo Paula que era? ¿El profe dio una fecha tope? Ese pensamiento flota en su mente, se vuelve difuso a medida que se adentra de nuevo en el sueño, pero: toc-toc-toc, el mismo sonido en la venta lo regresa a la realidad.


Da una vuelta en la cama, incapaz de levantarse. Su pierna tropieza con libros viejos, el computador de su hermano, los lápices que pide prestados a los compañeros y nunca regresa; todo lo que usa a diario parece haberse acumulado en la orilla de la cama. No sabe ocuparse de sí mismo ni ser adulto. ¿Podrá acaso responsabilizarse de otro ser?


Piensa en Paula, le dijo que buscaría el resultado del examen ese día, en la mañana. Siente un nudo en el estómago. Se cubre con la colcha intentando dormir otra vez, queriendo alejar de sí esos pensamientos que lo agobian.


El teléfono suena de pronto, arrancándolo de la duermevela. Mira el nombre de Paula en la pantalla. Duda si contestar. Lo deja sonar una, dos, tres veces; a la cuarta decide responder con un seco: “Aló”, más rudo de lo que hubiera querido.


“Salió positivo”, dice ella, y calla. Él se levanta de un salto, pero no responde. Ha dejado de ser un niño, ahora lo sabe. Del otro lado de la línea, Paula no para de llorar. Levanta la cabeza hacia la ventana, afuera llueve. Una tormenta se avecina.

Escrito por:

Zorayda-Coello-Freitas


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