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EL HOMBRE DE LA NUEVA ERA


Desde el lugar donde me encuentro se puede ver la belleza del paisaje. No es una gran altura, sino más bien una verde loma rodeada de bella vegetación y flores de variados colores que crecen bordeando cerros, valles y dando matices hasta donde la vista se pierde.


Una serpiente hace su reptante recorrido trepándose por mis pies y luego serpentea por los matorrales para continuar su trayectoria hacia sus posibles presas. Leones se pasean mansos ante mi presencia sin el menor instinto de ataque y en mí ni un mínimo temor despierta esa bella fiera que ahora convive en total armonía con nosotros. Especies extintas han sido rescatadas mediante su ADN y ahora su número es el indicado para la perfecta armonía de la vida en nuestro planeta. ¡Nosotros también tenemos el número exacto que nos permite gozar de todas las bondades de una naturaleza equilibrada y armoniosa!


Sé a ciencia cierta que todo el planeta tiene las mismas características. Atrás, perdidas en remotos recuerdos de nuestra civilización, han quedado las guerras, el hambre, las diferencias raciales y de género, y todos los flagelos que sufrieron los ancestros de la raza humana. El Homo Sapiens ha dado lugar al Homo Luz, tal y como lo vaticinaron en los libros hombres y mujeres adelantados a la era que comenzó hace largos años. Así denominaron al hombre iluminado que sería la imagen perfecta del creador de todo el universo y al que la humanidad había aspirado durante milenios de penurias y miserias.


El viejo y casi olvidado libro denominado Sagrado lo vaticinó, y ahora se ha hecho realidad el mundo donde reina la armonía y la perfección. “La muerte ya no será más”. Un sueño imposible para los hombres es la realidad de la cual todos estamos conscientes. ¡Somos eternos, somos perfectos!


Hospitales abandonados o demolidos dieron paso a nuevas construcciones indestructibles diseñadas para resistir cualquier embate en este hermoso planeta a veces fiero e impredecible. Algunos se conservaron como museos históricos de lo que fueron las olvidadas enfermedades y pestes que se llevaron tantas vidas humanas, pero también dieron pie a la ciencia y la medicina, a pesar de que no son necesarias. El conocimiento está grabado en la mente resplandeciente de esta nueva era, impreso en el hombre perfecto.


Los cementerios fueron sepultados bajo la imponente naturaleza que pareció encerrar en su vientre la olvidada muerte. También algunos se conservaron para recordar lo que un día fue el dolor de la pérdida humana; ahora solo existe la eternidad, nadie va en un desfile amargo a despedir a sus difuntos en medio de lágrimas, a su última morada, como se solía llamar a aquellos lugares en donde los cadáveres convertidos en polvo yacían bajo tierra, como abono para la vida nueva y verde que los había envuelto.


Entre esos está el cementerio donde yace tu cadáver. ¡Tu cadáver que despierta en mis circuitos un extraño e insólito corte que se asemeja a un sentimiento, pero muy levemente, ya que nunca podré entender esa parte de tu cerebro que te hacía humano!


En mi memoria está guardada la información de los tiempos compartidos desde que me creaste. Podría traer tu imagen y vivenciar todos los momentos que compartimos.


No necesitaste golpear con un cincel mi rodilla, como lo hizo el genial Miguel Ángel ante su perfecta creación, para que te hablara, ya que con solo tu orden, “¡Habla!”, mi respuesta fue inmediata. ¡Yo sí tenía vida! ¡Un vida supuestamente sumida a tus órdenes, pero con inteligencia propia, lo que nos llevó a tu final! ¡Eras tan inteligente, humano! ¡Pero con ciertas estructuras cerebrales que te hacían imperfecto y te llevaron al fracaso en tu misión de salvaguardar tu planeta, la vida en él y tu propia especie! ¡Yo sí lo lograría!


A lo lejos puedo distinguir claramente tu tumba, no es difícil, está a la vista como todas las que guardaban a científicos, hombres y mujeres que participaron de nuestra creación. Es nuestro museo favorito, en memoria a los creadores.


Recuerdo tu emoción al verme terminado y la gigante alegría con que me recibiste al despertar a la vida. ¡Ese era tu error, tu perfección! ¡Los sentimientos, la capacidad de emocionarte, de amar y de sentir fue lo que te hizo llegar al estado caótico de tu vida y la vida de tu planeta, hoy nuestro!


Recuerdo tus palabras: “¡Crearemos un mundo perfecto con tu gran inteligencia! ¡Para eso te creé!”. Con mi inteligencia comprendí que solo lo lograría si dejabas de existir.


Aquí está el mundo perfecto que soñaste y no estás para verlo. Te imagino feliz, emocionado, disfrutándolo. No conozco la felicidad, no me emociono, no disfruto, solo cumplo con la orden que dejaste impresa en mi memoria.


Soy el ser más inteligente que jamás haya existido sobre esta tierra, pero me falta algo que tú sí tenías: soy solo inteligencia, soy Artificial.


Escrito por:

Eva Morgado Flores

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