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Aguja Literaria

Divaga...miento




La Rae dice que no existe la palabra “divagamiento” y creo que es básicamente porque no han entendido su real significado. Entre que divago en diversos temas, también miento, me miento. Si divagar es separarse del asunto que se trata, hablar sin concierto ni propósito y además esto con su estela de mentira, hace sentido.

Hablando de sentido, no tengo sentido común siempre, es un defecto creo, pues debiera ser capaz de tomar buenas decisiones desde asertivas, pero tengo mis días locos que son gobernados por malas decisiones, como esa vez que irrumpí con traje de ballet en una reunión donde no me apetecía ser partícipe… mentira… pero lo imaginé y de tanto hacerlo pasó la reunión muy rápido, aunque nunca me enteré sobre qué se habló.

No me gusta esperar, odio hacerlo y esto no es mentira. Además de no ser mentira, es un poco patológico, ansiedad dicen todos, y todos la padecen, como si estuviese de moda; y sí, es ansiedad, me desespero, quiero todo ¡ya!, ¡ahora! Por supuesto es un rasgo que también lo catalogaría como defecto, porque la vida suele ir dos estaciones más atrás que mis decisiones. Es como vivir a destiempo.

A propósito de otros tiempos, me gustan las novelas históricas y las histéricas. Probablemente en mi mundo paralelo, en otro metaverso, aún llevo vestido del medioevo, pero con la salvedad que voy limpia, no como esa época en que escaseaba la higiene; yo no, ando limpia y perfumada.

Hasta para ir de compras a la verdulería voy perfumada. Me encantan los aromas. El perfume, librazo.

Si me quieren regalar algo es muy fácil y muy difícil. Amo los libros y los he leído todos, y amo los perfumes, no los tengo todos, pero me gustaría.

Siempre me quieren sorprender con libros que son estrenos, pero como voy una semana más adelante que el resto, ya lo leí. Solución: no me regalen libros, acepto las tarjetas, las famosas “Gift Card”, y así compro a mi antojo.

Muchos dulces comí cuando estuve por primera vez embarazada, no podía evitarlo. Éramos muy pobres, pero me las ingeniaba para que no faltara el berlín, el empolvado, la milhojas, alfajores y demases. Engordé proporcionalmente a mis antojos. Creo que veintinueve años después aún no he bajado de peso del todo.

¡Qué tremendo esto de pelear constantemente con los kilos! Pero sí he entendido que la salud es un factor decidor, creo también que ese discurso de ámate y acéptate tal como eres, con los niveles de colesterol en la estratósfera, presión alta, pesadez y poca energía, no tiene nada que ver con aceptarse, por el contrario, si afecta tu salud, haz algo.

He hecho tantas cosas en mi vida, que cuando lo cuento no me creen y eso que es cierto. He practicado karate, básquetbol, bailado en conjuntos folclóricos, indagué en la espiritualidad y estudié hasta lo que no existía —mi alma andaba inquieta por esos días—, he cantado, tocado la guitarra, locuteado, he sido presidenta de curso, he viajado mucho —me fui a estudiar a Nueva Zelanda sola—, a mis cuarenta y cinco años, me dio por trotar, también por zumba; intento de paddle, natación, “escribidora” y escritora.

Lo de escritora se remonta a los diez años, escribía mis diarios de vida y aún los conservo. Mi padre los descubrió el año pasado, debe ser una secuela post pandemia, pues con tanto tiempo organizó, desordenó de nuevo y volvió a ordenar y entre ir y venir, hacer y deshacer, aparecieron mis diarios. Me emocioné, de hecho, lloré, después sentí un poco de vergüenza pues no recordaba que andaba regalando mi corazón todos los días a niños distintos. Hacía corazones con mi nombre y un listado hacia abajo después del “y”. Es la pura y santa verdad. Menos mal que esa costumbre se anduvo mejorando con los años, porque de pololos, sacando cuentas, fueron alrededor de tan solo veintisiete. Esto tampoco es mentira.

La verdad es que miento poco o quizás sin darme cuenta… ¿Eso es posible?

Nada es imposible dicen los soñadores y aunque le ponga empeño en la ley de atracción y decretos, no conozco Dubai, aunque podría, pero endeudada de por vida, entonces sí es posible, de acuerdo al grado de endeudamiento que estés dispuesto a tranzar.


Y así pensaba a mil por hora, mientras esperaba ser atendida por la señorita de la farmacia que además pedía mi carné.



Escrito por:

Evelyn-Gutiérrez

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