Una Muerte

Toda osadía afectiva de última hora
despierta en mí la náusea y el asco
¿De qué va el recuerdo de ése
a quien se dejó de querer?
No somos dioses para insuflar
espíritu en un cuerpo
apenas vamos entre limaduras del goce
dormidos estamos cuando despiertos.
No me dejó amarlo
porque ningún perdón suyo lavó mi nombre;
al niño indefenso decidió atarlo
al odio que es culpa para que así le honren.
Trono aureolado de agonales estrellas,
iconostasio que por religión me heredaste,
fiel creyente fui junto a las más bellas
las muertas que por generación desahuciaste.
He aquí al poeta que levanta cabeza
sobre esta fatalidad familiar,
un simple cristiano de falsas certezas,
hombre sin fe, por algo será.
¡Que no sea más una herejía!
El cuerpo del Hijo
es la tumba
del Padre.
Escrito por: Andrés Hübner
Del poemario próximo a publicar con Aguja Literaria, Boca de un diablo
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