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Aguja Literaria

¿AGRADECIDA, PERO INVISIBLE?


Cómo puedo agradecer si soy invisible, si mutilé mi lengua en una noche tremenda y casi perdí mis cortas piernas. ¡Si apenas rozo el día!


Si voy por la calle o el jardín, nada se mueve. Me vi y busqué en un millón de lugares, asistí a iglesias, donde reconocí más de alguna plegaria, hice gimnasia y no me gustó, miré a un hombre moreno dos veces y a un anciano. Corrí, trepé por largos techos rojos y en el intertanto conocí a dos o tres palomas, o palomitas, como decían llamarse, pero ellas como el resto no se percataron de mi respiro. Subí a muchas casas, edificios, aviones, torres, bicicletas, autos, incluso los que tenían para reparar, es más, hasta los muertos. Y entre tanto andar, subir y bajar, se deformaron mis pies, de tanto mirar el suelo para no tropezar no pude volver a levantar la cabeza, una gigantesca joroba había brotado desde mis hombros y ya no pude mirar de frente, desaparecieron ante mis ojos las sonrisas y solo oía por mi oído derecho. Las personas que pasaban a mi lado a veces preguntaban si estaba bien, si me sentía bien, pues mi cara parecía decir que era el último minuto que me quedaba por vivir. Muchas veces dije que sí, que estaba bien, pero mis cuerdas vocales me jugaban una torpe jugarreta, y ahí quedaba yo, queriendo explicar, que si estaba bien bien bien


bien


bien, es más, dejé que un hombre cubriera muchas veces mi cuerpo con trapos y cadenas brillantes, y cuando terminaba sus afanosa aventura, yo contorneaba mis ojos y él esperaba mis muchas gracias, de rodillas, de espaldas, boca arriba, en fin…


Y así, de tanto agradecerle, fui olvidando lo que ocurría en mí, en mi alrededor; las radios se fueron apagando lentamente, el año dejó de tener estaciones, todo se transformó entre otoño e invierno, el reloj se volvió una esfera en blanco, entraba a mi casa y ya no conocía mis libros ni mi ropa, abría y cerraba puertas y ventanas intentando que el sonido me fuera familiar, pero nada, solo las abría y cerraba. Miraba mi cuerpo en el espejo de mi cuarto y solo se reflejaba la mitad de mi rostro, ¿sería tal vez la esperanza? Pero no, no alcanzaba, no alcancé a descifrarla, me faltaba un ojo, mi oído izquierdo, mi mano izquierda, mi pierna izquierda, y no, no la reconocía, haaabbbíiiaaa desaparecido la mitad de mi cuerpo, la mitad de mis pensamientos, la mitad de mis latidos, solo me fue quedando la mitad, solo la mitad, eso era todo.


Escrito por:

Alicia-Medina-Flores



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