DE LEJOS Y DE CERCA
Y los niños son rubiesitos y con otros rubiesitos van juntitos al colegio jay.
Víctor Jara
Dentro de las ridiculeces de nuestra especie, se encuentra esa patética convicción de estar viviendo en un presente eterno sin saber desmantelar el tiempo en el momento indicado. Solo algunos parecen poder mirar la historia desde abajo o desde muy arriba, sin dejarse arrastrar por el fluir del presente, pero todo intento por anteponerse al futuro resulta tan vano como comprender realmente el pasado o como creer en la trascendencia del instante.
Es un salto mortal el que pide Marx, que seamos esa bestia intelectual capaz de recoger lo subterráneo de la historia para flotar sobre esta y contemplarla en perspectiva con la conciencia repleta de materia, que logremos comprender todo lo anterior y lo posterior a nuestra frágil existencia.
¿Cómo se verá Europa a sí misma en un par de décadas? He leído los periódicos italianos y parecen suficientes para interpretar el sentir de la clase gobernante de Europa Occidental. Se habla de grandes migraciones provenientes del África y de Medio Oriente, del terrorismo como una peste que carcome la “paz mundial” y se mencionan algunos peligrosos grupos orientales. Es un panorama apocalíptico que llena de pavor al presidente del Banco Mundial, que ahora es un coreano, pues implicará un gasto gigante para los países de la OCDE que deberán acoger a toda esta gente para limpiar el vergonzoso camino recorrido por el nazismo y el fascismo durante el siglo XX, y así demostrar que la civilidad radica en admitir al otro como entidad, como una simple “persona” distinta.
Justo ad portas de la celebración de la liberación fascista, ¿tendrán conciencia los europeos de que las consignas que movilizaron a sus predecesores están en agonía? Puede que esta época sea recordada en el futuro de manera similar a lo que fue la larga noche de mestizaje americano en la que tanto ingleses como españoles devoraron tierra y mujeres. Esta época, en la que todavía se puede dividir entre blancos puros y negros contaminados por su color en el mismo lugar, quizás después será recordada como una transición superada e imposible de recrear. Chile ingresa casi desnudo a estos flujos migratorios con la fragante ignorancia que nos persigue.
Cierto es que todavía hay muchos vestigios de siglo XX en cada uno de nosotros, y también que algo de nazismo y fascismo sigue palpitando en nuestra conciencia. Por ejemplo, cierto rechazo a lo animalesco, un asco inexplicable a la oscuridad, esas ansias tan criollas por “mejorar la raza”; también aún encontramos a uno que otro viejo que insulta y vitupera a un negro en el autobús y acusa de comunista a quien tiene la entereza para censurarlo.
Un docente europeo me pregunta con cierta malicia por mi origen indígena para después añadir "como haciéndome un cumplido" que uno de mis apellidos es puramente hispánico. Todo esto ocurre antes de que yo decida enseñarle a mis alumnos italianos a saludar en mapudungún y responda al profesor, con marcado sarcasmo -y en su lengua materna-, que prefiero portar el ascendente indígena a tener que cargar con la brutalidad de los colonos que masacraron a mi pueblo tal como ellos lo hicieron con judíos y negros en la época del fascismo. Por último, los alumnos repiten con sumo interés y respeto (casi con culpa) lo poco que sé decir en la lengua de un pueblo que no es, pero debiera ser el mío: ¡mari mari com pu che!
Escrito por:
Alberto-Véliz