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ESPERANDO AL AMOR


En el jardín, Andrea mira, extasiada, los capullos de los que asoman las emergentes rosas color rojo intenso, con el bien protegido receptáculo que forman los sépalos, que ahora se abren para dar paso a la flor que esta pronta a nacer. Observa también a las aves que revolotean alegres ante el anuncio de la primavera.

El invierno ya se está despidiendo y, en su partida, no dejó lo que Andrea espera: “el amor”.

Seguramente la primavera cumplirá su deseo. Ha esperado tanto, que ya es tiempo de que aparezca. Tiene presente lo que decía su madre: “el amor llega sin que nadie lo llame”. Quizás aparezca en la playa, a la orilla del mar, mientras escucha el canto de las olas. No tendrá duda cuando llegue a ella, pues sabe muy bien como es; para eso se ha preparado. Sabe que debe ser paciente, entretanto seguirá observando las señales que le anuncien su llegada. Puede estar en el amanecer, el olor de las hierbas, el trinar de las aves, en el sonido del agua que corre del manantial, en el arrullo de las olas que mueren en la playa, en la despedida del sol con sus reflejos dorados, en el cielo sembrado de estrellas… todos estos matices le señalarán la venida del amor que tanto espera.

El tiempo pasa lentamente. Llega el verano, luego el otoño, el invierno… pero aún no aparece el amor. Andrea no desfallece, seguirá esperando…

Es otra vez primavera y por fin esta estación trajo el amor; apareció a la orilla del mar. Le bastó mirar aquellos verdes ojos para saber que había llegado, ahora ya no estaría sola contemplando todas las señales de la madre naturaleza que acompañan al amor.

En su compañía, Andrea disfruta el espectáculo que ofrecen los primeros rayos de sol del amanecer. Atentos, observan la puesta del sol para no perder de vista aquel rayo fugaz que desaparece en el mar y, junto con él, todas esas sensaciones que tan bien conoce.

No han pasado muchos días desde el encuentro de quien sería su tan ansiado amor, sin embargo, Andrea no está feliz; presiente que no era a quien esperaba; este amor no tiene la sensibilidad de apreciar la belleza de lo que a ella le llena el alma, no le interesa el canto de las aves, ni el olor de las hierbas, ni el arrullo de las olas al atardecer… No, no era a quien esperaba…

Han pasado ya muchos inviernos, primaveras, otoños y veranos; pero el paso del tiempo dejó de tener importancia para Andrea; mientras sus ojos puedan ver el inmenso amor que hay en toda la creación, seguirá esperando que llegue su amor, ese que necesite mirar por sus ojos, ese que pueda ver las cosas del mismo modo en que ella las ve.”


Escrito por:

Diego-Antonott



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