Mi alma que insiste
en el trapecio de tus ojos
y en su vértigo esencial.
Esta bandada que habita mi pecho
y busca romperme la garganta
para dibujar tu nombre ya sagrado.
La cuidad que se quema en ti
y me pide trasnocharla
para salvarme de este sol colosal
y sus verdades,
de su tiempo que arde
y ata las almas a los cuerpos.
Adormece los perros en las plazas,
reseca tus labios, tantas veces recorridos,
esculpe las sombras de estas palabras
ya cantadas bajo otros soles
que se evaporan
antes de poder ser leídas
por tu piel y mi piel.
Esta hoja suelta, sin armonía,
en blanco y descalza
dormirá en un bolsillo
en la espera tierna
de la primera lluvia de abril.
Escrito por:
Francisco-Briones