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FANÁTICA


Soy una fanática del fútbol, lo que es poco usual en una mujer. Pero es que eso de los goles, la persecución de la pelota y el griterío de la gente que sacude la cuadra cuando gana la Selección, realmente me fascina. Mi marido se pone feliz cuando le digo que comparto su gusto. Jamás le niego la tele si están transmitiendo el partido. Claro que, cuando va al estadio, nunca me atrevo a acompañarlo. Estar entre tantos hombres que escupen, gritan y se empujan, me incomoda al punto de que prefiero no ir. Tampoco me quedo mucho viendo el partido por televisión, no solo porque me pone nerviosa, sino porque, Rodrigo sabe, que estando él en la casa, yo aprovecho para ir a ver un rato a la Ignacia, mi amiga que sufrió un terrible accidente hace dos años y que ahora está postrada en cama. Pobre mi amiga. A ella le gustan los chocolates. Siempre le he comprado los que venden en la tienda de don Lucho.


—¿Va a ver a su amiga?—me pregunta el vendedor, mientras no despega un ojo de la pantalla del televisor por si hay alguna goleada.

—Sí. Estando Rodrigo en casa, aprovecho para ir a verla. A su familia le gusta que la visite. Se deprime tanto cuando se siente sola —le respondo, observando cómo el árbitro sacude una tarjeta roja con bastante rabia frente a un jugador.

—¡Pucha, van a cobrar un penal! —se queja don Lucho. Y yo miro con tristeza la pantalla. Rodrigo debe estar igual que yo: preocupado de que nos metan un gol.

—Vamos en el primer tiempo. Falta harto para ver quién gana— le digo, metiendo el chocolate en la cartera para irme luego de allí. No me gusta cuando a la Selección le va mal.


Afuera, el aire tiene un olorcillo a lluvia que me agrada. Respiro hondo y me imagino a mi marido sentado en el sillón junto a las papas fritas y la cerveza bien helada. Soy buena esposa. Siempre me he preocupado de que mi Rodrigo esté cómodo cuando hay fútbol. Incluso, no me molesta que lleve a los atorrantes de sus amigos si va estar feliz en aquellos noventa minutos. Sagrados minutos también para mí que, bajo la excusa de visitar a una amiga que no existe, puedo encontrarme con mi amante; a quien no le gusta el fútbol, pero que es tan feliz como yo cuando lo trasmiten.

Escrito por:

Carolina-Pavez


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