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Aguja Literaria

Beneficios de dejar reposar un manuscrito

Si eres ese tipo de escritor que sufre de ansiedad por terminar sus manuscritos y, una vez hechos, descubre que hay elementos que no le gustan producto de la premura; este tip es para ti.

Es bien sabido que para llegar a ser un buen escritor son necesarios la dedicación, el constante estudio, la práctica y también la lectura; sin embargo, para muchos es complicado dedicarse un cien por ciento a sus escritos y, debido a ello, cuando tienen tiempo para hacerlo, lo aprovechan al máximo. Muchos llaman a esto inspiración, que no es más que el deseo de escribir, de tener ideas frescas o que han rondado por mucho tiempo, hasta por fin tomar forma y es imperativo plasmarlas en alguna parte para que no se escapen, pero ¿qué pasa cuando el tiempo “libre” se acaba? Muchos escritores deben enfrentarse a este constante dilema: dividirse entre los estudios, la vida laboral, la pareja, la familia y los pasatiempos, apartando un reducido y preciado tiempo para escribir; motivo por el cual cuando por fin pueden sentarse a dar rienda suelta a sus ideas, temen no alcanzar a terminar (un cuento o capítulo, o poema en el caso de la poesía) y se apresuran de tal manera que muchas veces acaban forzando sus escritos.

¿Has sentido alguna vez que te faltó mencionar algo importante? ¿Que ciertos pasajes del libro no resultaron como los tenías pensados? ¿Te has decepcionado o sentido insatisfecho con el final de alguna de tus historias?

¡A todos los escritores les pasa! Por eso es tan importante y necesario el reposo del manuscrito. Si te estás preguntando a qué me refiero con esto, te lo explico de inmediato:

Dejar reposar un texto es guardar de él lo que lleves, esté o no terminado, y hacer cuenta de que no existe. El manuscrito debe reposar al menos unos días, sobre todo cuando se trata de poemarios extensos o novelas, puesto que nuestro cerebro tiende a sobre exigirse cuando lo ponemos bajo presión y, lamentablemente, en la materia del arte resulta poco recomendado, ya que se nota cuando algo está escrito “sin ganas” o con apuro. Y créeme, se nota bastante.

Al momento de dejar guardado nuestro archivo y dedicarnos a otras cosas, a leer otros textos, incluso dar vida a uno diferente, nuestra percepción de este puede cambiar, para bien o para mal. Pueden surgir ideas que aporten y refuercen, como también la sensación de que hay ciertos pasajes que sería mejor eliminar. Toda esta claridad viene a nosotros cuando dejamos que el texto tome una distancia prudente antes de volver a encontrarnos, como si de una relación amorosa se tratara: las personas que se esfuerzan por hacer todo juntos terminan aburriéndose o caen en una tediosa rutina en la que ya nada les sorprende. Por otro lado, aquellas parejas que tienen actividades distintas, que comparten tiempo con amistades y dejan pasar algunas horas del día sin verse, tienen mucho de qué hablar cuando vuelven a encontrarse y la sensación de haberse extrañado hace que anhelen y aprecien mucho más estar juntos. Algo similar sucede a un autor con su obra, no deben permanecer tanto tiempo juntos intentando hacer cuadrar lo que es redondo o encontrar un final que aún no está bien preparado; no se puede sacar un pastel del horno si aún no se ha cocido, ¿verdad?

Sé que es angustiante no terminar un manuscrito en el plazo que se había pensado, que al pasar el tiempo parecen desaparecer las ganas y extraviarse esa conexión con el texto, pero no es así. Una cosa es dejar reposar una obra y, otra muy diferente, dejarla olvidada. Parte de la disciplina de la escritura es saber diferenciar ambas. El texto entra en reposo un tiempo moderado: días, semanas. Si dejas que transcurran seis meses o un año, es lógico que te sea más difícil de retomar, como si la relación se hubiera estropeado por falta de atención.

Así que ¡anímate! Deja de obsesionarte con terminar tu libro en cierta fecha o intentar crear mil poemas regulares en lugar de producir diez de calidad. La distancia entre el autor y el manuscrito depende también del tiempo que el primero tenga, es necesario hacer un hábito de la escritura, pero también del entusiasmo y disposición del escritor.

Reposar un manuscrito ayuda a aportar ideas nuevas, quitar impurezas, corregir ciertas faltas e integrar contenido que podría ser importante. Tómate tu tiempo, escribe con cariño. Distánciate de tu escrito cuando te sientas ofuscado y déjalo descansar, vuelve a ello cuando te sientas listo. El arte es pasión y constancia, no algo que deba estresarnos o volverse trabajoso.

Ahora, disfruta de escribir y no te pongas límites. Tu libro siempre estará terminado en el momento adecuado.


Este artículo fue escrito por

Claudia Cuevas Moya

Editora de Aguja Literaria


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