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DESPEDIDA


Para mi hermano Claudio, que me acompaña a explorar el mundo pedaleando.

Con ansias esperaba mi día libre para salir a pedalear, esa paz que me entregaba bajar de la montaña no tenía comparación. Amaba el aliento fresco de los árboles y la forma en que su sombra me cubría. De alguna extraña manera me sentía protegido, quería su compañía y nada más.

Ese día me sentía expectante, llevaba tiempo sin verlos y pues, como sucede cuando pasas una temporada sin ver a alguien, no me enteré de las últimas noticias.

En el momento en que puse un pie en la montaña percibí algo extraño, un silencio fúnebre. Al llegar a la cima comprendí la razón de tan peculiar y poco usual comportamiento: gran parte de los árboles habían sido talados y sus cuerpos eran cargados por carrozas poco elegantes. Sentí la culpa recaer sobre mí, como quien abandona a un amigo en los momentos más difíciles. Lamenté no haber pasado más tiempo con ellos, me sentí fatal.

Decidí bajar por el lado opuesto de la montaña, como era mi costumbre. Aún quedaban muchos que respiraban y exhalaban vida para quienes estábamos presentes. Mientras pasaba entre ellos me percaté de que ni siquiera el viento se atrevía a decir una palabra.

Al avanzar hasta el final, encontré el camino cerrado, cubierto por los cuerpos de una guerra entre soldados y civiles budistas. Sus hojas cambiaban aquel hermoso verdor por un café abatido. Alrededor todos guardaban silencio y ninguna hoja se movía, como quien acepta su destino y espera resignado un final un tanto ingrato; sabían que serían los siguientes.

Percibí una brisa que me sacó de mis pensamientos. Al mirar de dónde provenía, advertí un gran y viejo árbol que agitaba sus hojas, mientras el viento tocaba una triste melodía. Sentí que yo formaba parte de aquel momento. Me acerqué a él y, casi por instinto, procedí a abrazarlo. No sé muy bien por qué lo hice, quizá para darle mi pésame, o tal vez para transmitirle lo que experimentaba. No importaba la razón, me sentía culpable. Presenciaba el funeral del bosque y no estaba vestido para la ocasión…

Escrito por:

Pablo-Orellana

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