Roxana
A esa hora, en la barra, el cliente de bigote que con dificultad le paga un trago a Luna, está siendo atendido por Roxana, quien sin mucho esfuerzo ha logrado sacarle hartos tragos, cautivándolo con su carita de niña buena, de contextura gruesa, y sin tener tantas curvas, más bien bajita, con espalda ancha, quien, a pesar de tener veinticinco años, demuestra mucho menos. Eso, a algunos clientes les encanta, les excita lo prohibido y esto Roxana lo sabe y saca el máximo provecho. Algunas noches, como esa, se viste con faldita corta tableada, como las que usan las colegialas, más una linda blusa blanca que combina con sus calcetas del mismo color y zapatitos negros. Con la vestimenta ha cumplido la fantasía de muchos hombres; cuando las noches están con poca clientela o cuando no le va muy bien, saca del bolsillo una paleta de dulce, como un mago que revela una carta bajo su manga, e increíblemente un cliente la llama, algunas veces tiene que dar una vuelta alrededor del club comiendo y moviendo el caramelo en su boca, y otras, simplemente se sienta en una silla de la barra a saborear el dulce, lo introduce completamente, luego lo saca y se lo pasa por los labios lentamente. Algunas veces ni siquiera mira a los clientes directo, y eso más llama su atención, imaginan que lo que hace con el caramelo, se lo podría estar haciendo a ellos. Muchos cuentan que es una fantasía que han tenido incluso desde que iban al colegio, miraban a sus compañeras comer el caramelo y se les venían pensamientos sicalípticos inmediatamente, y ahora, tener la posibilidad de llevar a cabo esas fantasías que tantas veces tuvieron, pero nunca pudieron concretar, solo en su imaginación. Una oportunidad así no la pueden dejar pasar, por eso, muchos dicen que lo que imaginaban no se compara con lo vivido, que por cierto se quedaban cortos en sus fantasías. Así Roxana se gana a sus clientes, les ofrece timidez e inocencia en ocasiones, pero con cierto grado de obscenidad para tentarlos a cumplir sus deseos.
Por eso el cliente de bigote le ha pagado tantos tragos, porque le atrae su inocente vestimenta y sabe que podría ir más allá y ser quien le quite la ropa, disfrutar del cuerpo que hay debajo. Pero ella no se lo hace fácil, sabe que la desea, y mucho, pero después de aceptar la invitación para el privado, el hombre queda satisfecho de su deseo y no gasta más.
—Ya pues, linda, vamos a la parte oscura.
—¡Ay, por qué tan rápido!
—Porque quiero subirte esa faldita.
—Oye... ¡qué caliente eres!
—Tú me tienes así, chupando ese dulce.
—Ya, pero primero págame un baile para que sepas a lo que entrarás. —dice con cara picarona.
—Mejor vamos ahora y me bailas allá.
—Ah, entonces no quiero.
—¿Por qué?
—Porque también quiero ver cómo te comportas conmigo, yo no soy como las otras, soy más delicada y me gusta que me traten así.
—¿Y si después te pago el baile y no quieres irte conmigo al privado?
—Fácil, dejemos pagado el baile y me pagas el privado por adelantado, así ya no me puedo negar, y seré tuya de todas formas.
—Ya, listo, ¿cuánto sale todo?
—Ah, y podríamos dejar pagado un traguito para cada uno, porque después del privado seguro necesitaremos hidratación.
—Ya, súmalo a la cuenta total entonces.
—Ya, mi amor, gracias. Te esperaré en la cabina del baile.
Así, Roxana saca el máximo de provecho al cliente que con otras es bastante tacaño, pero ella sabe encontrar la forma de hacerlo gastar. Y de pasada, lograr que otro cliente cumpla sus fantasías sexuales de la adolescencia.
Se acaba la noche y anuncian por los parlantes el final de la jornada, llamando así a las chicas que no están con clientes al camarín, para empezar a desocupar el local, y a los clientes invitándolos a volver en una nueva jornada. Unos salen más rápido que otros, algunos terminan de beber lo que tienen en los vasos mientras comentan las cosas que pasaron en el local, riendo orgullosos y felices de la noche vivida, algunos planificando alguna despedida de soltero o el regalo para algún amigo, sin duda solo buscando la excusa para volver.
Cerradas las puertas y sin clientes en el interior, se encienden las luces, las chicas cambiadas de ropa esperan el Uber que las llevará a casa, comentando algunas experiencias vividas en el turno, o qué tan bien o mal estuvo la noche para cada una. Claro que hay días en que les va bien a todas y otros en que el sacrificio de trabajar allí es más grande que el sueldo que se llevan, pero así es el trabajo en ese rubro y para nada es la “vida fácil”, ya que los peligros siempre están, incluso en el camino a casa a altas horas de la madrugada.
Viajando de regreso en Uber, Estrella mira hacia afuera, exhausta por la jornada que acaba de transcurrir. Se reafirma constantemente en que este esfuerzo merece la pena, pues lucha por sus hijos que la esperan. Por ellos se sacrifica y está dispuesta a hacer cualquier cosa por su bienestar. Siendo madre joven y con escasa ayuda, los ha sacado adelante. Este trabajo le ha permitido obtener los recursos necesarios para sostener su salud y continuar con sus estudios. Durante el día le resultaba sumamente complicado conseguir un trabajo debido a la responsabilidad de cuidar al más pequeño. Sin formación universitaria, le costaba mucho encontrar un empleo que cubriera los gastos de la casa, colegios y cuidado infantil. La falta de apoyo y una sólida base familiar dificultaban aún más su situación. Fue entonces cuando encontró en Nocturnas una solución a sus problemas económicos y se comprometió a trabajar durante la noche. Su objetivo primordial es reunir el dinero necesario para adquirir su propia vivienda y brindar una buena vida a sus hijos. Con la esperanza de retirarse de este sacrificado trabajo en el futuro, se motiva a perseverar. Así como ella, otras personas tienen sus razones para encontrarse donde están, todas válidas, difíciles de cuestionar.
Escrito por:
Marcelo Padilla
Capítulo 6 del libro "Nocturnas"
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