SOMBRAS
Ensimismada deambulo sin rumbo, la hora más negra se cierne. Fuerzas ocultas contienden fieras y nublan mi entendimiento. Tambaleante, cruzo el andén en zigzag.
La luna riela en el acero de la línea férrea, no la distingo en medio de las sombras que rodean la vieja y solitaria estación. Rechina inexorable el traqueteo de los carros, sus destellos me ciegan por instantes, se filtran a través de mis cuencas para martillar mi cerebro.
Un escalofrío agita mi espalda, me hiere hondo. Callado, un recuerdo lejano, irreal, perla mi frente.
El tiempo transcurre silencioso, difuso, amenaza con devorarme. El sonido de las ruedas se agiganta, giran en cámara lenta, me atraen. Me aproximo sin aliento, mis pasos son pesados. Hipnotizada, todo desaparece, voy a su encuentro.
Una voz se materializa en el aire. “¡No es la hora!”, susurra suave. Manos envueltas en neblina me detienen, me acogen. Desmadejada, oculto mi rostro en su pecho y lloro. Su abrazo se ablanda, respiro profundo, elevo mi mirada en busca de la suya, pero no la hallo.
El tren desaparece de la desierta estación, mi alma está vacía. Brilla el lucero de la mañana. Lentamente desandando mis pasos envuelta en bruma, camino a casa.
Escrito por:
Sonia Muñoz
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