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UN ENCUENTRO EN LA PLAYA


Eran las 22:30 horas, un mar inquieto nos recibía acompañado de gran viento que hacía doblar los árboles, casi hasta el suelo. La playa “Arena Gruesa” de Ancud no se apreciaba por la oscuridad, haciéndola un tanto tenebrosa por el rugir de las olas. Al subir los peldaños y encender la luz de la cabaña, lo vi ahí, afuera; nos miramos a los ojos y comprendí que entre nosotros había feeling. Con su pelo brillante y suave, me conquistó de inmediato. Fue amor a primera vista. Al día siguiente pregunté por él y nadie lo había visto, pero al bajar a la playa lo divisé, corrió hacia mí y caminamos por la arena mojada dejando nuestras huellas atrás. No fue necesario hablar para entendernos. El frío nos hizo movernos más aprisa y empezamos a correr para entrar en calor. Yo, curiosa del entorno, quería abarcar todo con mis ojos y empaparme del agreste y maravilloso paisaje que tenía enfrente; mi acompañante, cansado, se desplomó junto a mis pies y con la mirada me invitó a sentarme junto a él. De regreso a casa indagué de quién se trataba y supe algo de su historia. La gente lo llamaba “El Guía”, porque toda persona que visita la ciudad es acompañada por él, ya que conoce mejor que nadie el lugar. Juega con los niños hasta cansarse. Cuando llueve se cobija bajo alguna cabaña, esperando que yo le lleve alguna merienda calientita, para pasar la noche. Él es de nadie y es de todos. Cada mañana espera para acompañarme al centro o a la playa, cuando el tiempo lo permite. Nunca antes me sentí tan segura con un guía de cuatro patas como este.



Escrito por:

Patricia-Herrera-Riquelme



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