DESCONOCIDA
La tierna crudeza de sus labios rotos
se mezclaba con los ojos perdidos.
Tan humana por la tarde, con la piel cansada
y tan santa cuando el sol rozaba sus mejillas.
No tenía casa ni carruaje allá en su tierra,
o vecinos que pudieran recibirla.
Su tristeza incomprendida, tan bella…
Forastera que observaba sin ser vista.
Su cabello azul, sus manos rojas,
su pecho, un candado de oro.
Sus vestidos sucios, su canto de hielo,
sus pisadas suaves sobre las hojas.
Abandonada a su suerte por un extranjero
en los años de besos torcidos
no podía reclamar en total potestad,
lo que efímero llegó, voló el mismo día.
Ahora se alimenta de la lluvia
que rodea su morada de papel.
Extranjeros desconocen su refugio,
los vecinos han cambiado los cerrojos,
y los cuerdos; no la pueden ver.
Escrito por:
Constanza-Ríos