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LA CULTURA DEL ABANDONO


Dejar sin cuidado a una persona, animal o cosa es la definición más sencilla de abandono.


En la sociedad actual el abandono no pasa de moda. Día tras día, en las noticias y en la vida cotidiana, observamos a padres que abandonan a sus hijos, hijos que dejan atrás a sus padres, esposos a sus cónyuges, amigos a otros amigos, e incluso profesionales de la salud que desamparan a sus pacientes. Esto sin mencionar la práctica frecuente de abandonar animales domésticos en las calles, y la más común aún de desechar objetos de todo tipo sin intentar repararlos ni reciclarlos, colapsando nuestros vertederos comunales.


Soy incapaz de saber los motivos que tiene una persona para abandonar, pero este acto no es justificable. A pesar de ello, socialmente nuestra idiosincrasia ampara esta horrible conducta, apoyándose en el famoso refrán de ojos que no ven, corazón que no siente.


Abandonar es cerrar los ojos al sufrimiento del que dejamos a su suerte, experimentar el placentero alivio temporal de sacarnos de encima el problema y la responsabilidad que nos pesaba. Algunos cierran los ojos por años y décadas, otros mueren sin abrirlos, dejando tras de sí una estela de seres con cicatrices.


Sufrí el abandono, conozco la herida profunda que graba en el corazón, una herida que habla de no valer, de no ser querido.


Creo en Dios y en su sabiduría, me ha puesto en el lugar de lidiar con seres dejados a su suerte. He tenido que acoger a las víctimas del abandono físico, pero más a menudo aún, recoger el alma de quienes sufren el más cruel de los abandonos, el emocional.


Dejar sin cuidado el corazón de una persona es el acto más dañino que podamos ejercer sobre el otro. Incluso cuando ese ser humano es adoptado, la huella del abandono permanece imborrable.


Existen personas resilientes, hacen de su dolor un traje de guerra para luchar, mitigando el daño de otras víctimas. No obstante, también existen seres a quienes el dolor les anula las emociones para siempre, se convierten en personas desalmadas, dejan que la rabia controle sus vidas y transforman la maldad en su reina. De esta forma se perpetúa el ciclo sin fin de humanos que abandonan y maltratan.


Si usted, lector, abandonó a otra persona física o emocionalmente, aún puede abrir los ojos y remediar el daño. No espere que otros hagan lo que solo a usted corresponde.


Si usted, lector, abandonó a un animal, búsquelo; quizá todavía esté en las calles, famélico y alimentándose de basura.


Si usted, lector, renueva su casa y su clóset con frecuencia, comprando productos "desechables", traté de regalar, reparar, reusar y reciclar.


¡No al abandono!

Escrito por:

Inés-de-Cervantes



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